El lector

En breves frases se nos da información certera y precisa sobre el lector: la primera y más importante, que es lector, y que éste es el rasgo que justifica su presencia en el texto. Lector que se ve obligado a abandonar el libro a causa de sus obligaciones profesionales pero lector que vuelve al texto de forma casi compulsiva. Sabemos que tiene negocios urgentes con lo que intuimos que se trata de alguien con notables responsabilidades, que tiene compromisos económicos que reclaman su presencia de forma ineludible. El perfil de hombre de elevada posición económica queda confirmado cuando se nos habla de cómo vuelve a su finca y de cómo en ella despacha con su apoderado -aspecto que presupone la posesión de un un patrimonio significativo- y con su mayordomo. La presencia del mayordomo es decisiva porque no sólo evidencia esta posición económica relevante ya intuida sino porque con él discute una cuestión de aparcerías y por lo tanto se sugiere que la finca en la que vive es lo suficientemente extensa como para tener arrendadas diversas secciones para uso agrícola o ganadero.
Sabemos que su finca tiene un estudio con una magnífica vista sobre el parque de los robles -la presencia de la palabra parque, ya formulada en el título, provoca una especial atención por nuestra parte- y que en él hay un elegante sillón de terciopelo verde, dispuesto frente a los ventanales y, por lo tanto, de espaldas a la puerta.

El parque de robles, el estudio, el mayordomo, la difusa condición de gentleman farmer del lector, el viaje en tren... todo ello da al texto un impreciso aire british que nos evoca, por ejemplo, el mundo de las ficciones ideadas por Agatha Christie, Emily Bronte, Daphne du Maurier o P.C Wren. El mundo del personaje-lector se convierte así, para el lector del relato, en un mundo literario, conocido a través de la lectura -o del cine-, literatura dentro de la literatura en una continuidad que está empezando a desencadenarse y que avanzará de forma irreversible.





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