Había empezado a leer la novela unos días antes; la densidad y brevedad del relato nos obliga a quedarnos en esta primera frase que inaugura -y anuncia-todo el contenido posterior. No sabemos nada del protagonista y aunque en las frase siguientes algo más sabremos, la indefinición, la imprecisión alrededor de su identidad se va a convertir en requisito indispensable del texto. Sólo sabemos que es un lector y sobre eso va a girar todo el artefacto urdido por Cortázar; lo importante del personaje es que lee y como ente lector existe y se desarrolla. Sólo nos interesa saber que lee y saber qué lee. Ambas cosas las vamos a conocer. Como viajeros en un tren o en un metro que escudriñan qué esta leyendo el compañero de vagón, e incluso comparten casi clandestinamente la lectura, nosotros vamos a querer saber qué está leyendo el enigmático personaje del relato. Sólo sabemos que es un lector. En el momento en que empezamos a leer el texto, nosotros sólo somo eso: un lector.
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